sábado, 6 de noviembre de 2021

De dragones y cincuates

Era un día tranquilo, normal, la rutina era la de siempre, estaba sin molestar a nadie, sacando brillo a mi calvicie, cuando, de manera angustiosa escuché los gritos: Las dos gatitas a mi espalda, maullaban algo así como: "miau, miau" lo que significa: "¡atraparla we!, ¡ahí está!".

Y al voltear...

¡Una cincuate se había metido a la casa! (si, una cincuate con i). Después supe que era una cincuate bebé que estaba huyendo de un sembradío de maíz que tengo frente a casa y que hoy estaban limpiando.

¡Valientemente!, saque mi espada (una regla de metal de cincuenta centímetros), tomé mi escudo (un bote de plástico para la basura patrocinado por Grupo Sadasi, que hace casas de interés social muy coquetas) y dado que hoy no tengo una princesa a quien salvar (mi pequeña está en Tulancingo y la veo hasta el lunes), tomé una de sus muñecas y la aventé al sillón para poder tener un motivo para pelear contra la cincuate y ganarme el amor de trapo de la pequeña muñeca, ahora en desgracia.

La batalla fue intensa y peligrosa, lo primero fue tomar a las gatas y las lance fuera de la casa para evitar se lastimaran, entonces cerré la puerta y por un segundo me quede pensando -¡que pend...! ¿porqué no me salí tambien?, ¡me había quedado dentro, en la casa con la cincuate!-, pero me arme de valor (¡mujeres!, ahora pueden suspirar) y retome la pelea.


Ella movía su cola como Dragón furioso (o víbora con miedo, da igual), la acorrale y la pude meter a la cubeta con ágiles y rápidos movimientos (vale, vale, eran trapazos y escobazos con gritos de por medio de miedo, pero esos no cuentan).

Ya más tranquilo, con el aire de nuevo en mis pulmones y la muñeca de trapo abrazándome, muy feliz de haber sido salvada, valientemente me acerque a la jaula del dragón (que si, víbora cincuate en un bote de basura).

Y ahí estaba, viéndome, amenazando retomar la pelea si hubiera podido escapar.

Busque en los libros antiguos más acerca de estas bestias (bueno, en realidad fue en google) y veo que están en peligro de extinción y comen ratas...

Así que me relaje, quedaba claro que no me iba a comer (no para todos soy una rata, para algunos si, pero no para todos), bebí agua, volví a tomar valor y con muchos escalofríos, salí con la bestia al campo, tan lejos de casa como tan cerca pude de la casa del vecino que me cae gordo y ahí la dejé, que sea libre y siga su camino.

Monte mi corcel (ok, vale, ¡salí corriendo de ahí!) y retome el camino para nuevas y desopilantes aventuras...

Listo, ¡hagan canciones con mis aventuras!, que hoy pude vencer un peligroso enemigo, mañana, quien sabe, tal vez sea una comadreja peligrosa...

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